lunes, 30 de noviembre de 2009

Qué será...

Una vez alguien dijo que no sabía si es que seguimos siempre nuestro destino o acaso nos pasamos la vida luchando contra él. Lo cierto es que yo tampoco lo sé.

Todos buscamos lo mismo

La chica que acaba de dar una carrera para coger el autobús. Esa pareja que está agachada mirando un escaparate. Ese chico que vuelve a casa después de clase con su mochila. Aquel anciano que pasea por la calle. Los que van en el coche que acaba de adelantarnos. Todos ellos... ¿habrán encontrado la felicidad?

Mucha gente quisiera adivinar a otros con tan solo mirar en sus ojos, pero no se puede. Lo poco o mucho que sabemos de los demás es más complejo de averiguar, y aunque muchas veces es curioso lo que acabas descubriendo, lo es aún más todo lo que ni siquiera alcanzas a imaginar.

En el mundo hay millones de millones de personas. No a tantas, pero vemos a muchas al cabo del día, con sólo asomarnos un rato a la ventana o dar una vuelta por la calle. Es intrigante cuando te preguntas qué esconden. Qué hay detrás de esas caras, de esas ropas, de esas canas o de esas arrugas. Cuántas historias que para siempre te serán ajenas. O no.

Pero por muy diferentes que puedan ser las vidas de todos ellos, seguro que al fin y al cabo buscan lo mismo. Todo el mundo quiere ser feliz, ¿no?, aunque para unos la felicidad sea encontrar al amor de sus vida y para otros tener un buen trabajo que les permita vivir dedicados a sus pasatiempos; crear una familia o salvar vidas; lo mismo da. Por eso cuando los veo me lo pregunto. ¿Lo habrán conseguido ya? ¿Cuánto les queda? ¿Serán de los que nunca llegarán a conseguirlo? Y a menudo aparece la pregunta que uno más suele temer: ¿lo seré yo?

¿Y tú con quién sueñas?

He llegado a soñar hasta que abrazaba a un dibujo animado. Los sueños son así de caprichosos, y no te dejan elegir nada a ti. Muchas otras veces he soñado con gente de carne y hueso. Gente de hace mucho tiempo. Niños que estaban en mi clase y que en mis sueños siguen siendo eternamente eso, niños. O amigas que hace años dejaron de serlo. Antiguos amores que ya he olvidado. Me pregunto por qué a veces vuelven.

Sé que uno nunca se olvida de nada ni de nadie, o al menos no alguien como yo. También que a veces nos gusta engañarnos y decir que hemos superado cosas que aún nos duelen. Pero no, es que hasta con cosas o con gente que tienes claro que no echas de menos puedes soñar de pronto un día.

Me suelo preguntar si a toda esa gente le pasa lo mismo. Sé con quiénes sueño yo, pero ¿quién sueña conmigo? ¿Qué sensación le deja ese sueño cuando se despierta por la mañana? ¿Se da alguien cuenta de que le falto cuando me aparezco de improviso en su cabeza? Son las típicas cosas que me han pasado con otras personas pero que pienso que a nadie le deben pasar conmigo. ¿Se sienten ellos de la misma forma cuando en realidad yo sí que les sueño y sí que les recuerdo?

Supongo que son también las típicas cosas que nunca vamos a saber. Y a veces es mejor así... porque muchas veces soñamos con alguien mientras ese alguien está soñando con otro.

viernes, 27 de noviembre de 2009

No, no es para ti...

¿Dónde diablos te metes cuando te necesito? Alguien como tú debería adivinar cuándo lo hago y hacer algo al respecto. Pero no. Nunca lo haces. Me quedo esperando y nunca apareces en esos momentos. Y lo que es peor: en otros tampoco.

No sé qué estarás haciendo ahora, pero sí que me gustaría que estuvieses haciendo. Puede ser que hagas lo mismo que yo, o tal vez no. Igual estás dando una vuelta con la estúpida idea de que podrías encontrarte conmigo, o a lo mejor esperas a que te llame y te diga que me haces falta. Pues me temo que ni mis métodos ni los tuyos van a hacer que nos crucemos.

Bueno, en realidad ya nos hemos cruzado. De hecho, últimamente te veo muy a menudo. No sé por qué, no sé qué quieres ni por qué apareces si luego no vas a decirme nada. Por un lado preferiría vivir sin saber que existes y que estás por ahí, lejos de mí, perdiendo el tiempo como lo hago yo, pero por otro verte, aunque sea entre silencios, me reconforta al darme cuenta de que al menos es posible que alguna vez se te ocurra abrir la boca.

Algo me dice que en realidad estás más cerca de lo que pienso, pero nunca consigo adivinar dónde. Tampoco quiero, lo cierto es que prefiero llevarme una sorpresa, pero me cansa este juego de escondites contigo y de carreras contra el tiempo. Espero que cuando llegues aún conserve algo de aliento, porque si te da por aparecer cuando ya esté exhausta, lo mismo pasas por mi lado y ni siquiera me doy cuenta.

Tampoco somos tan malos

Los humanos parecemos descontentos con nuestra condición. Continuamente creamos ficciones en las que tenemos poderes especiales o somos inmortales. Realmente da la sensación de que muchos de nosotros deseen ser cualquier otra cosa, cualquier otra especie o incluso ser de cualquier otra raza, con tal de ser lo que sea menos lo que son.

En realidad queremos lo que no tenemos. Es posible que si verdaderamente poseyésemos extraordiarias dotes no las utilizásemos tanto o nos pasáramos la vida deseando las que les hubieran sido concedidas a los demás. Tal vez ni de ese modo estuviésemos contentos, porque es imposible tenerlo todo y siempre habría algo que anhelar, y porque tampoco debe ser divertido ser perfecto. ¿Qué retos le quedarían a uno por conseguir? Y más aún, ¿qué mérito tendría nada de lo que uno hiciese?

Para bien o para mal, por mucho que algunos lo sueñen o lo esperen en vano, sólo somos humanos. ¿Sólo? Bueno, en realidad no es poco. Siendo como somos podemos ser de mil maneras diferentes, y aunque otros tengan cualidades que quisiéramos para nosotros, también es seguro que nosotros tenemos algo que siempre habrá alguien que envidie. Quizás tengamos más poder del que pensamos y lo único que nos hace falta a muchos es tan solo darnos cuenta.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Mitos que no entiendo

Mucha gente mitifica a otros por haber desaparecido, ya sea voluntariamente o porque hayan muerto. Es más frecuente de lo que parece ver fantasmas del pasado que son justa y precisamente eso, fantasmas, y no sé por qué pero hay a quien le da por colocar a esas personas en un pedestal sólo por eso. Da igual cómo fuesen o qué hubieran hecho, porque se olvidan de todo, los suben allí y, con ellos, magnifican cualquier cosa o cualidad que tuviesen (cuando no se las inventan).

El problema es que para unos es muy complicado seguir adelante cargando el peso de ese altar, y para quienes les rodean, se hace prácticamente imposible competir con los que están encima de él. Cualquier cosa que digan o hagan las comparan con las que habrían dicho o hecho los que ya no están, o mejor dicho, con lo que el paso del tiempo y los recuerdos sesgados que conservan les hace convencerse de que dirían o harían. Evidentemente, siempre salen perdiendo los de abajo.

Así no se puede llegar a alguien, y supongo que en el fondo quienes viven de un recuerdo y se protegen con él lo saben. También deben saber que, la mayoría de las veces, lo que dicen que recuerdan es mentira. Que esa gente no era perfecta, y que tampoco se volvió excelente cuando desapareció, y que el resto del mundo no tiene la culpa de su pérdida y merece igualmente una oportunidad.

Lamentablemente, hay muchas personas que nunca se cansan de vivir adorando a un recuerdo de alguien que nunca existió, y tantas otras que se cansan de luchar contra ese alguien, cuando saben que tienen la batalla perdida de antemano.

martes, 24 de noviembre de 2009

Justificaciones

A veces tienes la sensación de que otro se está llevando o se podría estar llevando una impresión errónea de ti, y es bastante frustrante. Para bien o para mal, uno es como es, y ya suele uno tener bastante con sus propios defectos como para que los demás se equivoquen y les atribuyan nuevos.

El problema que tiene mucha gente es que hace repetidos esfuerzos por lavar su imagen, y no siempre lo hace sólo cuando alguien se lleva una mala impresión de ella. También incluyen en esa colada defectos que sí que son suyos pero que intentan desteñir para que no lo parezcan, y así, en lugar de justificarse, casi que se inventan que son otra persona, y tratan de convencer a los demás de que realmente lo son.

A mí esa sensación también suele molestarme, pero normalmente no le presto demasiada atención, principalmente por dos razones. En primer lugar, lo que piense de mí la gente que no conozco o que no me interesa, me da lo mismo. Si puedo dar una imagen de mí lo más fiel posible, pues mejor, pero si por lo que sea creo que no lo he conseguido y la otra persona me importa un comino, pues ese hecho en sí me importa exactamente otro. En segundo lugar, y teniendo en cuenta que la impresión que me gusta que sea cierta (para bien o para mal, que encima suele ser para mal) es la que tiene la gente que me importa o a la que al menos le tengo algo de cariño, considero que si alguien tiene dudas sobre mí, antes de juzgarme y sentenciarme me preguntará, al menos si le importo y/o me aprecia en la misma medida que yo a él o a ella.

De todo esto, y utilizando un poco (pero tampoco mucho) la lógica, se deduce que la gente como yo no se preocupa mucho por lo que piensen de ella los demás, ya que será lo correcto para quienes lo tenga que ser, y si alguien tiene alguna duda la preguntará. El resto de la gente, la que se lleva ella sola a error o la que no se molesta en indagar en cómo somos porque no le importamos lo suficiente, nos da absolutamente igual.

Por eso muchas veces empiezas teniendo esa sensación de que alguien se llevará una impresión equivocada de ti, piensas en qué decir para convencerle de que se equivoca, y una vez has armado todos tus argumentos, disfrutas sólo sabiendo que los tienes, y no te molestas en compartirlos, a menos que alguien se interese lo suficiente y te pida que lo hagas. Por eso muchas veces una pasa de justificarse.

Cambien la historia

Me pregunto por qué en tantos animes hay un chico increíble, tanto por dentro como por fuera, que se acaba enamorando de una pobre chica que no es muy espabilada y que, además, no es gran cosa físicamente. Está claro que por el mundo hay de todo, pero me parece que ésa es una forma de alentar a las pobres mortales adolescentes, haciéndoles pensar que por mediocres que sean (o que se consideren), seguro que tendrán por ahí a un hombre perfecto esperándolas y dispuesto a darlo todo por ellas.

Mentira. La cruda realidad es que un chico tan fantástico, para empezar, no existe. Y si existe alguno así (que ya me extrañaría, la verdad) debe ser un caso aislado y de vete a saber dónde, porque en las series vi cientos y en la realidad ni uno. Pero bueno, dejando eso de lado, algo que me llama la atención es que en los animes suelen extrañarse de que el chico guapo salga con una chica fea o del montón. ¿Por qué? A mí lo que me extraña es que un chico inteligente salga con una chica cuya máxima preocupación es gustarle al chico guapo e inteligente a toda costa, si le mira o le deja de mirar o si le roza la mano sin querer. ¿Aspiraciones? Ser una buena esposa y ama de casa. Venga ya, por favor, un hombre inteligente no puede querer eso en los tiempos que corren. Y si lo quiere es que no es inteligente.

Un poco de inquietud. Ni siquiera hablo de universitarias, de chicas emprendedoras ni de currantas, sino de alguien que piense en algo más que en qué ropa se pondrá para conquistar al chico de sus sueños. No pega, no tiene sentido que formen esas parejas, y no es porque él sea guapo y ella fea, no, es porque ponen parejas que en realidad no durarían ni medio asalto.

La cosa es que luego el amor es muy puñetero, sí... Pero no tanto. Una cosa es que a alguien le pueda atraer casi cualquiera y otra que un tío impresionante, con una cabeza que no para de dar vueltas, se enamore de una chica que apenas sabe cuánto son dos más dos. La atracción es increíblemente simple. El amor no tanto. Y tampoco entiendo por qué la impresionante raras veces es la chica...

Que vivan las historias diferentes y originales, porque en realidad son las que luego tú misma te puedes encontrar paseando por la calle.

Menudo morro...

En general, hay mucha gente y muchas actitudes que no entiendo, pero una que escapa especialmente a mi comprensión es la de algunos, que te putean ya sea verbalmente o mediante alguna jugarreta, y al tiempo vuelven y te saludan como si nada. ¿Es que piensan que te has olvidado de lo que dijeron o hicieron? ¿En serio creen que pueden hacer como un niño después de pelearse y que no haya consecuencias?

Cuando uno crece debe tener en cuenta que cualquier cosa que haga o diga tiene ciertas repercusiones. No puedes actuar a la ligera, o sí, pero si lo haces no pretendas que te lo perdonen así porque sí. Qué menos que una maldita explicación, o una disculpa; al menos una justificación. Pero no. Hay quien tiene los santos cojones de presentarse de nuevo con las manos vacías y hacerse el loco.

¿A esa gente? A esa gente que le den por culo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Siempre hay algún porqué

Normalmente las cosas son mucho más de lo que parecen. Otras, rezamos por que sea así, por que eso que estamos viendo y que no nos gusta un pelo sea sólo un mal menor que está justificado por cualquier otra cosa lo suficientemente importante.

Pues no. Es una mierda pero no suele ser así. Cuando deseas que haya algo más, no lo hay. Lo que ves es todo lo que hay, y es tan triste como lo pensabas. Y, sin embargo, cuando decides cabrearte por lo que otros hacen, porque ves tan claro que han actuado mal, te encuentras sin querer con lo que motivó aquello que a ti te dolió. Entonces sólo puedes tragarte tus palabras o lo que pensabas y ver las cosas desde otra perspectiva.

Aun con todo, no es tan fácil. A pesar de que en la primera situación estás loca porque te suceda lo de la segunda, cuando llega, es más complicado aceptarlo de lo que pensabas. Es cierto que encuentras el porqué de aquello que a ti te molestó de otro, pero que tenga una razón de ser no siempre hace que a ti te duela menos. Entiendes que esa persona se viese entre la espada y la pared, pero también te entiendes a ti y lo mal que te supo ver cómo actuó al final.

En fin... Nadie dijo que nada fuese fácil. De hecho, mejor que todo se complique: si no, menuda vida más aburrida...

Qué monada...

"Por eso... Tenemos que intentar que mi pasado no destaque al lado de nuestro presente".

矢野 元晴, 僕等がいた

Qué triste para esa otra

"A veces pienso que la felicidad que siento ahora perteneció a otra persona hace tiempo".

高橋 七美, 僕等がいた

sábado, 21 de noviembre de 2009

Torturas del pasado

Todo el mundo tiene un pasado. Pero a veces, nos guste más o nos guste menos ese pasado, cuando era presente no podía ser de otra forma. Uno quisiera intentar repetir algunas cosas para ver si es capaz de hacerlas mejor, pero si te paras a pensar, si te detienes a recordar, te darás cuenta de que en gran parte de las situaciones que desearías vivir de nuevo sucedería exactamente lo mismo.

No siempre somos nosotros el fallo. No todo depende de lo que queramos, ni de lo que hagamos. En algunos momentos la situación o los demás ejercen más influencia en el curso de los acontecimientos que nosotros mismos, así que muchas veces, hubiera sido cual hubiese sido nuestra actitud, poco habría cambiado. Incluso los cambios, de haberlos, podrían haber sido a peor.

Por eso no es bueno torturarse. Tampoco es que haya que eludir responsabilidades y culpar siempre de todo a los demás o a las circunstancias, porque a veces sí es cosa nuestra que las cosas nos salgan mejor o peor, pero es que aun en esos casos, rumiarlo ahora no sirve de mucho. Lo hecho, hecho está. Los errores no se van a deshacer, el tiempo no se puede recuperar y los demás no van a olvidar qué hicimos o qué dejamos de hacer.

Ya está. Fue como fue y punto. Es mejor pensar más en lo que viene que en lo que dejamos atrás, aunque de vez en cuando volvamos la mirada.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Pasión eterna

"El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión... de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar [...]: no puede cambiar de pasión".

Pablo Sandoval, El secreto de sus ojos

¿Justicia?

Estos días ha salido una noticia sobre unos okupas que se metieron en la casa de una familia mientras ésta estaba de vacaciones. Hasta ahí podría decirse que es algo "normal", pero es que resulta que lo llevan a juicio (cosa que personalmente ni entiendo) y la jueza que lleva el caso dicta que la familia okupa está muy necesitada y que, por tanto, no los desalojará de momento.

¿Perdón? Espero que sea un error; que los informativos hayan dado la noticia mal por alguna de esas razones suyas sensacionalistas, porque si no me parece un caso de lo más absurdo. En primer lugar, ya me parece raro (aunque admirable, yo no tendría esa santa paciencia) que se recurra a la justicia y no a la violencia ante un caso como ése. Si entran en mi casa, saco a quien haya dentro con o sin ayuda de la policía. Y en segundo, lo que ya no tiene pies ni cabeza es el dictamen de la jueza. ¿Que esa familia está necesitada? ¿Y a los dueños de la viviendo qué cojones les importa? Es SU casa, es SU dinero, y ELLOS deciden qué hacer con todo ello. Si tanta pena le da a la jueza, que les dé cobijo en su casa, pero no en la de otros.

Como dije, espero que todo sea uno de esos follones que montan los medios... Si no, cualquiera va y confía en la "justicia".

jueves, 19 de noviembre de 2009

Cortar

Cuando llevas las uñas largas y te las cortas, o cuando decides pegar un tijeretazo a tu flequillo o a tu melena, ya sea por necesidad, por probar un nuevo look o sin querer, no pasa nada si no te gusta. Las uñas crecen. El pelo crece. Pero cuando cortas con una persona, la relación que teníais no vuelve a crecer sola.

Desde luego que a veces sería genial que eso pasase, que se pudieran cortar las relaciones con la convicción de que volverán a crecer y, además, nuevas y fortalecidas. Pero no pasa. Más bien sucede lo contrario. No sólo no crecen solas sino que con cada día, con cada semana, con cada mes, con cada año, la tierra sobre la que estaban se seca más y más hasta acabar yerma.

No crecen solas como las uñas o como el pelo. Solas. Pero sí que lo pueden hacer si alguien se ocupa de ellas. El problema siempre suele ser quién, y cuando se resuelve no siempre queda un resquicio donde se pueda cultivar algo.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Je veux que tu saches...

...que me souviens de ton odeur, bien que je ne t'aie jamais senti...

Cosas de clase

Es muy típico oír decir a un niño o a un chico que su profesor le tiene manía. Si bien es cierto que es una excusa bastante desgastada para justificar las malas notas y los suspensos, también lo es que en ocasiones esto sucede de verdad.

A veces parece que los profesores tengan fijación por un alumno o por varios de ellos, y es como si aquello fuese una película con unos cuantos protagonistas y un montón de secundarios, que siempre están ahí pero sobre los cuales nunca recae especialmente la atención.

También ocurre que, al menos en mis tiempos, cuando uno se pasaba varios años con el mismo profesor en el colegio, si un niño se porta mal un tiempo, se queda etiquetado como el malo de la clase y sólo se le hace caso cuando hace trastadas. De esta manera lo único que se consigue es reforzar con atenciones su conducta disruptiva y castigar con indiferencia las veces que el chico da en portarse mal. Hablo en masculino porque el caso que tengo en mente era un niño, y porque los malos de la clase suelen ser varones, pero sin duda las chicas también son susceptibles de pasar lo mismo.

En el otro lado, hay alumnos que se portan bien normalmente y que se ganan el cariño del profesorado. De ese modo, con ellos tampoco son imparciales. Les discriminan de algún modo también, aunque sea positivamente, y en ciertos niños eso puede tener repercusiones. A los demás no les suele gustar que el profesor alabe continuamente a un niño de la clase distinto de ellos, y según cómo sea el crío puede llegar a suponerle un problema.

No sé si serán paranoias mías o qué...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Horóscopo

Que los astros influyan en nosotros, que según se encuentren en el momento de nuestro nacimiento seamos de una manera o de otra, que sus movimientos nos afecten... No descarto nada de eso, aunque tampoco es que lo crea. Digamos que por poder, podría ser, unido (cómo no) a un montón más de factores biológicos, sociales, culturales, ambientales, etcétera.

Lo que no me creo ya es que quienes dicen saber interpretar todo eso relativo a los horóscopos y escriben cada día o cada semana cómo te va a ir digan la verdad. Una cosa es que los astros puedan aportar un grano de arena a una persona y otra muy distinta que la condicionen de tal modo que si eres de un signo te va a doler la garganta o si eres de otro tendrás problemas musculares, o que unos ganarán la lotería y a otros les dejará el novio.

Es estúpido, y si no todo el mundo, quiero creer que mucha gente lo sabe. Sin embargo, la del horóscopo suele ser una sección que nunca falta, precisamente, por el éxito que tiene. Y es que divierte leer qué dice, aun sabiendo que es como leer una historieta cuyo curso no nos va a afectar en absoluto. Si luego algo coincide hace gracia lo puñetero que llega a ser el azar, y si falla descaradamente también, por lo ridículo que resulta. También algunos lo leen porque les da la esperanza que de otro modo no son capaces de encontrar, aunque sepan que es un engaño, pues ese engaño les anima aunque sea hasta que se dan cuenta de que las predicciones de su signo no se iban a cumplir.

¿Crítica o envidia?

Hay personas que emplean demasiados recursos en criticar a otros. Hoy vi a una de ésas, y parte de su "crítica" consistía en parodiar a otra chica. Con la tontería, acaba haciendo lo mismo que la otra, aunque aparentemente no lo apruebe, y además hacerlo le consume una gran cantidad de tiempo y esfuerzo. No puedo evitar pensar que el fundamento de esa crítica no es otro que la envidia: quisiera ser como la otra y busca cómo hacerlo disfrazando lo que en realidad siente. Al menos, ésa es mi interpretación.

Está claro que todo el mundo critica lo que no le gusta, y que no siempre es por envidia, pero sí que ocurre esto muchas veces, aunque yo no sé es diferenciarlo, a menos que sea en casos tan evidentes como el que mencioné, en el que se invierte más tiempo en hablar de lo que hace otro que de uno mismo y sus cosas.

Lo que sí que tengo claro es que la gente que envidia a los demás no debería ponerlos a parir por ser como a ellos les gustaría. De hecho, más les valdría aprender de ellos, porque tienen algo que desean y que no son capaces de encontrar. Me parece muy triste que la opinión que se tenga de algo dependa de si está al alcance de uno o no: las cosas, los valores, las características de personalidad... o te gustan o no, pero no sólo si tú las tienes.

Palabras vacías

Estoy harta de las palabras vacías. De los comentarios estúpidos para rellenar silencios que no sé por qué demonios a la gente le molestan tanto, de los ánimos de mentira que sólo se dan para quedar bien, de las malditas muletillas que la gente añade para alargar una conversación que ya no da más de sí.

Y también estoy cansada de lo hipócrita que es la gente que sabe que habla sin decir nada y que encima se molesta si se lo dices. De lo patéticos que resultan intentando llamar la atención con una verborrea de banalidades que ni siquiera les interesa a ellos y que, por alguna extraña razón, tienen la esperanza de que atraiga a otros.

Primero se piensa, y luego se habla. Me da a mí que esta gente se salta siempre el primer paso.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Viernes 13

Viernes 13. Recuerdo cuando de pequeña jugaba en el Amstrad con un juego de esa peli. Los gráficos estaban a años luz de los de hoy día y la complejidad del juego no era excesiva: básicamente dabas una vuelta recogiendo armas y viendo a chicos y chicas y, cuando menos te lo esperabas, uno de esos chicos era Jason. Entonces te perseguía con un cuchillo, sonaba una música espeluznante y, en teoría, tenías que enfrentarte a él. O al menos eso es lo que el paso de los años me permite recordar.

Puede que me deje detalles acerca del juego, pero hay uno que se me grabó a fuego. Cuando Jason empezaba a perseguirte no siempre tenías a mano un arma, y aun teniéndola no era seguro que consiguieras ganarle. Si en vez de plantarle cara decidías correr en dirección contraria, para buscar más armas por ejemplo, él cada vez corría más y más rápido hasta que te alcanzaba para matarte. Pues bien, mi recuerdo es el de la angustia de ser perseguida. La pelea me importaba menos que ese rato en que venía detrás de mí para matarme y en el que yo sabía que acabaría dándome alcance. Era tal el modo en que me inquietaba esa sensación, que solía apagar el ordenador y dejar el juego. Eso lo hace la gente continuamente.

En la vida real no todo es tan sencillo como quitar los juegos que nos resulten desagradables, pero muchos lo intentan. Cuando temen algo o les resulta harto molesto escapan. Normalmente hay dos mecanismos para no tener que soportar aquello que no nos gusta, por el motivo que sea, y son la evitación (intentar no encontrárnoslo) y éste, el escape (una vez ante él, huir). Lo que no tanta gente sabe, aunque posiblemente un gran número imagine, es que para dejar de tener miedo, para reducir esa ansiedad o paliar ese malestar, lo que hay que hacer es precisamente exponerse a lo que nos lo genera.

Evitar o escapar nos alivia en el momento, pero no son más que parches para un problema que nos va a seguir molestando en el futuro. Hay que aguantarse un poco con la ansiedad, soportarla durante un rato. Por paradójico que parezca, y aunque al principio pensemos que no vamos a poder soportarlo, después ese malestar irá desapareciendo, hasta que consigamos plantar cara a lo que antes nos suponía un gran obstáculo.

Para asuntos o problemas mayores, naturalmente, debe consultarse a un profesional, ya que esto tiene diversas consideraciones. Por ejemplo, no hay que exponerse nunca si no se tiene bien claro que, hasta que la ansiedad inicial disminuya, está prohibido salir de la situación. Pero hay muchos problemas menores o más simples de la vida cotidiana que se podrían solucionar de esa manera aparentemente tan sencilla.

Seguramente si yo me hubiese enfrentado a Jason en lugar de apagar el ordenador cuando comenzaba a estresarme, me habría dado cuenta de que no pasaba nada si me mataba. Era sólo un juego, y quizás hasta le hubiera conseguido matar y terminar la partida. El miedo, la ansiedad, los temores... Todo eso no son sino yugos que nos impiden comprobar hasta dónde somos capaces de llegar. En realidad todos podemos más que ellos. La clave está en descubrirlo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Holy sorrow

'Where there is sorrow, there is holy ground'.

Oscar Wilde

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Evolución de la amistad

Me hace gracia lo exigente que se va volviendo el concepto de amistad conforme vamos creciendo. Los niños suelen decir enseguida que otro es su amigo, aunque sólo hayan pasado un día juntos, o simplemente por estar en la misma clase, aunque ni siquiera tengan trato. Sin embargo, esos requisitos tan azarosos dejan de funcionar años más tarde.

Aun en la adolescencia y en el comienzo de la juventud, muchos llaman amigos a aquellos a los que suelen ver con relativa frecuencia, aunque sólo sea para salir de fiesta. En esa etapa, al menos, son flexibles en lo que a vocabulario se refiere, pero son conscientes de que esos que sólo se ven en los buenos momentos y en los de diversión no son realmente amigos.

Al final, no sé si con la llegada de la madurez o por la disipación de ese empeño por agradar a los demás a toda costa, mucha gente utiliza bien las palabras y sólo llama amigo a quien realmente merece que lo llamen así. Da igual si se admite tener pocos o ningún amigo, porque lo sensato realmente es eso, confiar en unos pocos y no en cualquiera.

martes, 10 de noviembre de 2009

Patético

En esta época del patetismo ilustrado la gente parece no cansarse de hacer el ridículo en los medios. Ignoro si cara o barata, pero parece ser que la dignidad se vende cada día en las televisiones. La pena es que, una vez vendida, ya no hay dinero en el mundo que la vuelva a comprar. Pena... o justicia. O asco. Lo cierto es que no sé qué me da más.

sábado, 7 de noviembre de 2009

A buenas horas...

Qué raro. Llevaba varios días acordándose de él. Hacía meses que no hablaban, así que no entendía por qué de pronto tantas cosas se lo recordaban. Por qué se preguntaba qué sería de él o qué estaría haciendo. Si habría pensado en lo que pasó, y si la encontraría culpable una vez más o si, según ella, habría entrado en razón pero se lo callaba por orgullo.

Qué raro. No sabía qué le pasaba, hasta que cayó en la cuenta: le estaba empezando a echar de menos.

Trabajar dignifica

Hay gente -especialmente la que detesta su trabajo- que dice no entender por qué se suele decir que trabajar dignifica. Yo en cierto modo siempre lo he entendido.

Está claro que hay trabajos y trabajos, y yo personalmente a ciertos oficios deshonestos no los considero un trabajo (no pienso en la prostitución, no), pero aun cuando me toca hacer cosas desagradables o que me divierten o entretienen menos, me siento bien trabajando. No es cuestión de que el trabajo que realice sea más o menos digno (que imagino que todos lo son en tanto que todos suelen ser necesarios), ni de que gane más o menos dinero. Me siento bien porque mucho o poco, lo que gane es fruto de mi esfuerzo. No es un regalo; ni tampoco es caridad.

Posiblemente el hecho de trabajar en sí no nos haga más dignos a nosotros como personas, pero sí de lo que obtenemos con nuestro trabajo. No es igual que te compren algo que querías a comprártelo tú con lo que te has ganado. El final es el mismo, que obtienes lo que deseabas, pero la satisfacción es, al menos para mí, mucho mayor de la segunda manera.

Tal vez a muchos no les compense ese placer por todo lo que hay que hacer a cambio, si se pueden conseguir las cosas por otras vías, pero a mí sí que me compensa. Por eso, aun en los días en que estoy loca por llegar a casa y descansar, me gusta trabajar.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Llantos conmovedores

Supongo que a la gente, en general, no le gusta ver llorar a alguien. En cierto modo es violento, y hasta cuando se trata de alguien que te cae mal (a menos que roces el odio) da bastante pena. De hecho a veces te das cuenta de que algún enemigo te importa más de lo que pensabas, o de que le tienes menos manía de la que creías, porque al verlo en esa situación llega a conmoverte.

De todos modos, no todo el mundo te altera en la misma medida. Depende mucho de la persona y de la situación. Por ejemplo, algo que a mí me suele dar muchísima pena es ver llorar a una de esas personas que siempre parecen estar contentas. No sé si será por el contraste, o por la sensación de que, para que esa gente llore, algo terrible debe haber sucedido. También me pasa con gente muy inocente, pero no con niños.

Otra cosa que impresiona también es ver llorar a un hombre. Está claro que lo hacen igualmente y desde luego están en su derecho, pero culturalmente se les suele permitir poco expresar ciertos sentimientos en público. Algunos incluso son ellos mismos quienes se lo prohíben. Aun siendo joven, hasta yo he escuchado de niña eso de que "los hombres no lloran", y es posible que todavía hoy haya quien mantiene esa mentalidad, por increíble que pueda llegar a parecer.

Quizás esos tres grupos de personas tengan en común que no suelen llorar delante de alguien por cualquier tontería, como muchos niños y mujeres (también algunos hombres, imagino, pero yo al menos no los conozco). Tal vez el llanto no sea tan poderoso, o a lo mejor nosotros discriminamos mejor de lo que imaginamos qué hay detrás de un manto de lágrimas.

Lo que mueve, lo que da pena, lo que encoge el corazón, no es ver a alguien llorar. Es ver a alguien tan triste, y que esa tristeza sea de verdad.

La percepción del tiempo

El tiempo no pasa igual de deprisa para un niño de cinco años que para un joven de veinte. Tampoco se perciben del mismo modo los tamaños o las distancias, pero eso es normal, ya que uno se guía por el propio cuerpo y éste va cambiando hasta que nos hacemos adultos. Pero para lo del tiempo no conozco ni imagino ahora mismo una razón.

En cierto modo tiene sus ventajas, ya que las cosas pesadas pasan más rápido, pero también las amenas se hacen más cortas. Un año deja de ser una eternidad, y en este mundo occidental en el que tantas cosas se mueven según los cursos escolares, es una ventaja. Las esperas requieren menos paciencia, y eso a la gente como yo le va genial. Pero aun de esa manera me gustaría seguir percibiendo el tiempo como lo hacen los niños.

Tal vez esa aceleración en cómo lo vemos ayude a valorar más nuestro tiempo, pero también frena, porque uno no entiende por qué empezar a hacer algo que le haga perder el poco tiempo de que dispone. Y así, escogiendo en qué emplear lo que nos queda, se nos escapan los segundos del reloj y, muchas veces, al final no hacemos nada. Sin embargo, los críos pueden vivir como si fuesen a tener todo el tiempo del mundo...

martes, 3 de noviembre de 2009

Decepcionarse aburre

Con el paso de los años se hacen tan pesadas las decepciones que ya ni siquiera es que duelan: es que cansan. Se convierten en algo tan normal, tan rutinario, tan esperable... Que aburren.

Ya ni te molestas en protestar o llorar por su culpa. No te quedan fuerzas. Y lo peor es que suelen pagarlo quienes menos culpa tienen, porque ese pesar que sientes tras una decepción te hace desconfiar de los que en realidad debieran darte un poco de esperanza. No te fías de que tarde o temprano vayan a acabar decepcionándote, y tal vez dejas de implicarte en cosas que lo merecían por puro aburrimiento.

Y es que hay algo peor que sentirse mal, y es no sentir nada. Por eso, ante tan horrible perspectiva, uno se acaba sintiendo mal por la posibilidad de no sentir nada. Es preocupante, pero al menos ya sientes algo y encuentras un pequeño entretenimiento. Te distraes buscando una forma de dejar de sentirte así tan a menudo. Aprendes a no dar importancia a quien -o a lo que- no la tiene.