Todo el mundo tiene un pasado. Pero a veces, nos guste más o nos guste menos ese pasado, cuando era presente no podía ser de otra forma. Uno quisiera intentar repetir algunas cosas para ver si es capaz de hacerlas mejor, pero si te paras a pensar, si te detienes a recordar, te darás cuenta de que en gran parte de las situaciones que desearías vivir de nuevo sucedería exactamente lo mismo.
No siempre somos nosotros el fallo. No todo depende de lo que queramos, ni de lo que hagamos. En algunos momentos la situación o los demás ejercen más influencia en el curso de los acontecimientos que nosotros mismos, así que muchas veces, hubiera sido cual hubiese sido nuestra actitud, poco habría cambiado. Incluso los cambios, de haberlos, podrían haber sido a peor.
Por eso no es bueno torturarse. Tampoco es que haya que eludir responsabilidades y culpar siempre de todo a los demás o a las circunstancias, porque a veces sí es cosa nuestra que las cosas nos salgan mejor o peor, pero es que aun en esos casos, rumiarlo ahora no sirve de mucho. Lo hecho, hecho está. Los errores no se van a deshacer, el tiempo no se puede recuperar y los demás no van a olvidar qué hicimos o qué dejamos de hacer.
Ya está. Fue como fue y punto. Es mejor pensar más en lo que viene que en lo que dejamos atrás, aunque de vez en cuando volvamos la mirada.