Me hace gracia lo exigente que se va volviendo el concepto de amistad conforme vamos creciendo. Los niños suelen decir enseguida que otro es su amigo, aunque sólo hayan pasado un día juntos, o simplemente por estar en la misma clase, aunque ni siquiera tengan trato. Sin embargo, esos requisitos tan azarosos dejan de funcionar años más tarde.
Aun en la adolescencia y en el comienzo de la juventud, muchos llaman amigos a aquellos a los que suelen ver con relativa frecuencia, aunque sólo sea para salir de fiesta. En esa etapa, al menos, son flexibles en lo que a vocabulario se refiere, pero son conscientes de que esos que sólo se ven en los buenos momentos y en los de diversión no son realmente amigos.
Al final, no sé si con la llegada de la madurez o por la disipación de ese empeño por agradar a los demás a toda costa, mucha gente utiliza bien las palabras y sólo llama amigo a quien realmente merece que lo llamen así. Da igual si se admite tener pocos o ningún amigo, porque lo sensato realmente es eso, confiar en unos pocos y no en cualquiera.