Hay gente -especialmente la que detesta su trabajo- que dice no entender por qué se suele decir que trabajar dignifica. Yo en cierto modo siempre lo he entendido.
Está claro que hay trabajos y trabajos, y yo personalmente a ciertos oficios deshonestos no los considero un trabajo (no pienso en la prostitución, no), pero aun cuando me toca hacer cosas desagradables o que me divierten o entretienen menos, me siento bien trabajando. No es cuestión de que el trabajo que realice sea más o menos digno (que imagino que todos lo son en tanto que todos suelen ser necesarios), ni de que gane más o menos dinero. Me siento bien porque mucho o poco, lo que gane es fruto de mi esfuerzo. No es un regalo; ni tampoco es caridad.
Posiblemente el hecho de trabajar en sí no nos haga más dignos a nosotros como personas, pero sí de lo que obtenemos con nuestro trabajo. No es igual que te compren algo que querías a comprártelo tú con lo que te has ganado. El final es el mismo, que obtienes lo que deseabas, pero la satisfacción es, al menos para mí, mucho mayor de la segunda manera.
Tal vez a muchos no les compense ese placer por todo lo que hay que hacer a cambio, si se pueden conseguir las cosas por otras vías, pero a mí sí que me compensa. Por eso, aun en los días en que estoy loca por llegar a casa y descansar, me gusta trabajar.