¿Dónde diablos te metes cuando te necesito? Alguien como tú debería adivinar cuándo lo hago y hacer algo al respecto. Pero no. Nunca lo haces. Me quedo esperando y nunca apareces en esos momentos. Y lo que es peor: en otros tampoco.
No sé qué estarás haciendo ahora, pero sí que me gustaría que estuvieses haciendo. Puede ser que hagas lo mismo que yo, o tal vez no. Igual estás dando una vuelta con la estúpida idea de que podrías encontrarte conmigo, o a lo mejor esperas a que te llame y te diga que me haces falta. Pues me temo que ni mis métodos ni los tuyos van a hacer que nos crucemos.
Bueno, en realidad ya nos hemos cruzado. De hecho, últimamente te veo muy a menudo. No sé por qué, no sé qué quieres ni por qué apareces si luego no vas a decirme nada. Por un lado preferiría vivir sin saber que existes y que estás por ahí, lejos de mí, perdiendo el tiempo como lo hago yo, pero por otro verte, aunque sea entre silencios, me reconforta al darme cuenta de que al menos es posible que alguna vez se te ocurra abrir la boca.
Algo me dice que en realidad estás más cerca de lo que pienso, pero nunca consigo adivinar dónde. Tampoco quiero, lo cierto es que prefiero llevarme una sorpresa, pero me cansa este juego de escondites contigo y de carreras contra el tiempo. Espero que cuando llegues aún conserve algo de aliento, porque si te da por aparecer cuando ya esté exhausta, lo mismo pasas por mi lado y ni siquiera me doy cuenta.