La chica que acaba de dar una carrera para coger el autobús. Esa pareja que está agachada mirando un escaparate. Ese chico que vuelve a casa después de clase con su mochila. Aquel anciano que pasea por la calle. Los que van en el coche que acaba de adelantarnos. Todos ellos... ¿habrán encontrado la felicidad?
Mucha gente quisiera adivinar a otros con tan solo mirar en sus ojos, pero no se puede. Lo poco o mucho que sabemos de los demás es más complejo de averiguar, y aunque muchas veces es curioso lo que acabas descubriendo, lo es aún más todo lo que ni siquiera alcanzas a imaginar.
En el mundo hay millones de millones de personas. No a tantas, pero vemos a muchas al cabo del día, con sólo asomarnos un rato a la ventana o dar una vuelta por la calle. Es intrigante cuando te preguntas qué esconden. Qué hay detrás de esas caras, de esas ropas, de esas canas o de esas arrugas. Cuántas historias que para siempre te serán ajenas. O no.
Pero por muy diferentes que puedan ser las vidas de todos ellos, seguro que al fin y al cabo buscan lo mismo. Todo el mundo quiere ser feliz, ¿no?, aunque para unos la felicidad sea encontrar al amor de sus vida y para otros tener un buen trabajo que les permita vivir dedicados a sus pasatiempos; crear una familia o salvar vidas; lo mismo da. Por eso cuando los veo me lo pregunto. ¿Lo habrán conseguido ya? ¿Cuánto les queda? ¿Serán de los que nunca llegarán a conseguirlo? Y a menudo aparece la pregunta que uno más suele temer: ¿lo seré yo?