Hay quien cree que engañar a la gente es bueno, pero esa gente se equivoca.
Por ejemplo, si vas a que te pinchen en el médico y te dicen que no te va a doler, si luego te duele no sólo te llevas una ingrata sorpresa, sino que te cabreas porque te han mentido en algo que tú mismo podrías comprobar después. Sin embargo, si te avisan de que te dolerá y luego es así o no te llega a doler, te sentirás mejor.
Con las personas pasa más o menos lo mismo. Conozco a muchos capullos, pero no todos lo admiten. Y cuando alguien que va de santo luego te la mete doblada te dan ganas de matarlo. Sin embargo, del que ya te advirtió te lo esperas y apenas te molesta. Además, el primero no te sorprende cuando se porta bien contigo, y el segundo sí y te hace valorarlo más.
Pero no importa, no todo el mundo piensa así, y algunos que lo piensan luego no lo llevan a cabo. Es como si tuviesen una suerte de resorte que les hace soltar mentiras cada vez que abren la boca. Tirarse flores sabiendo que apenas les toquen se marchitarán. Engañan, engañan y engañan, pero, al final, los únicos que se creen sus mentiras son ellos.