Mucha gente se centra en el contenido de lo que dice, y aunque no está mal hacerlo, no hay que olvidar tampoco las formas, especialmente en según qué situaciones.
Si, por ejemplo, quieres que alguien te haga caso, no basta con darle una orden. Evidentemente, esto depende del contexto, pero quitando aquellos en los que hay una jerarquía en la que unos tienen que obedecer a otros, decirle a otro lo que tiene que hacer no suele ser efectivo.
Igual que uno mismo es curioso y se pregunta el porqué de las cosas, los demás lo hacen también. Además, ya se sabe que las prohibiciones se antojan más atractivas, con lo cual una prohibición será más efectiva cuanto mejor sea la explicación que la acompañe. Mejor y más convincente, porque se trata de hacer ver a otro que debe confiar en ti y ni siquiera comprobar por sí mismo si tienes o no razón. Parece muy sencillo hacerlo, pero en la práctica lo cierto es que no lo es tanto...