El eterno dilema se encuentra en si uno piensa y actúa con la cabeza o con el corazón. En realidad no siempre se sabe a ciencia cierta con qué se hacen las cosas, metafóricamente hablando y más allá de la ciencia y de la anatomía, claro está, pero al menos en mi caso, y creo que también en el de mucha gente, hay otra cosa que nos hace darnos cuenta de si algo nos importa o no. Algo que distingue si nuestro interés por algo en concreto es frío y calculado, simplemente porque lo necesitamos para nuestro beneficio, o realmente es sentido y nos importa de verdad. Ése algo son las entrañas.
¿Cuántas veces tratará uno de engañarse? De obligarse a creer que algo o alguien le da lo mismo. Pero cuando no es así, cuando algo o alguien te importa de veras, lo sientes en las entrañas. No te duelen la cabeza ni el corazón cuando lo tienes delante, sino las entrañas.
Cuando es algo positivo sientes esas benditas mariposas que tanto estorban cuando están presentes y tanto se echan de menos cuando faltan. Cuando es negativo, una punzada de dolor, o un vacío que parece atravesarte. Y al sentir alguna de esas cosas ya no puedes engañarte por más tiempo.
De la misma manera, también te das cuenta cuando no sientes nada. Cuando dudas cuánto te importa algo y lo tienes delante y sigues igual de tranquilo que cuando no estaba. Si no se te remueven las entrañas, es que no era nada.