La informática tiene cierto parecido con la psicología. Cuando uno tiene algún problema con un ordenador, lo primero y más básico suele ser comprobar que, físicamente, todo esté correcto. Cada conexión con sus cables bien conectados, en buen estado, y los componentes funcionando como deben. Cuando un psicólogo tiene delante a un paciente con una determinada sintomatología, lo primero que hace viene a ser lo mismo: comprobar que no tiene ninguna alteración física.
El problema es que la exploración física de una persona suele ser más complicada. Con un humano no puedes cambiar piezas y mirar a ver si funcionan en otro, y también tenemos más componentes que un ordenador. Además, si el problema es finalmente físico, no podemos tirar a la persona y comprar una mejor.
Por lo demás, cuando ya estamos seguros de que todo está bien a nivel de hardware, o de salud si hablamos de personas, es cuando corresponde preocuparse por lo que no se puede ver ni tocar ni, en cierto modo, medir.
Aquí también es más complicado lejos de una pantalla. Ojalá fuese tan sencillo con la gente como irse al panel de control a agregar o desinstalar programas, o directamente formatear el disco duro, cuando algún software, o trastorno psicológico, nos da demasiado la lata.