"Míralos, están ahí charlando. Tres hombres para poner una pegatina". Hace poco oía a una mujer quejarse porque, para ella, no son necesarias tres personas para dibujar una señal de ésas que te recuerdan que queda prohibido detenerse en esa zona de la calzada. Yo sé que, como mínimo, hacen falta dos, primero porque esa pegatina no se coloca sola de un extremo a otro sin torcerse, y segundo porque yo misma lo he hecho. Tres no son estrictamente necesarios, pero sí recomendables si además tienes mucha prisa. Y la gente se entiende hablando: cuando trabajas en equipo necesitas planificar, dar y recibir instrucciones.
Lo que hizo esa señora no es ni mucho menos una excepción. Cualquier cosa, cualquier trabajo, puede ser increíblemente fácil de hacer cuando lo está haciendo otro. Sin embargo la cosa cambia cuando uno se ve obligado a realizarlo. Entonces cualquier excusa sirve para justificar que nos salga peor que a quien criticábamos momentos antes. Y además de menospreciar el trabajo de los otros, se les juzga.
Aquel día iba escuchando música y pensando en mis cosas, y no me apeteció entrar en una discusión con aquella mujer para intentar sacarla de su error, pero no le habría ido mal esa frase que tanta polémica me creó en su día y que bien podría decir a todos esos prejuiciosos pretenciosos que se creen que las únicas cosas importantes son las que hacen ellos: hazlo tú mejor.