Parece ser que no es para todo el mundo igual de fácil expresar su voluntad. Lo mismo que hay gente que se calla lo que quiere o lo que le interesa y se acomoda a los gustos de los demás para tratar de molestar lo menos posible, o porque le da vergüenza compartir sus pasiones, otros se pasan el día hablando de ellos e imponiendo sus apetencias a los demás.
En realidad creo que no hay que ser ni tan tonto ni tan estúpido. Deberíamos ser capaces de decir en voz alta, y sin importarnos qué vayan a pesar los demás, qué esperamos de cada momento, de cada cosa, qué queremos hacer y por qué, pero sin caer en un egoísmo desmesurado que coloque nuestra voluntad por encima o por delante de la de los demás.
Lo ideal sería que todos fuésemos capaces de llevar a cabo eso de hoy por mí y mañana por ti, pero poca gente lo suele hacer en realidad. Cada vez nos volvemos más egoístas. Por eso, hoy en día, es un lujo que alguien te pregunte qué es lo que quieres tú.