lunes, 13 de julio de 2009

Dejarse querer

Digan lo que digan, uno no decide de quién se enamora. Tampoco de quién no... Se supone que cuando alguien te quiere y tú no eres capaz de corresponder ese sentimiento está mal dejarse querer, pero tampoco estoy segura de qué está bien en esas circunstancias.

No puedes obligar a alguien a que no piense en ti. No puedes salir de su cabeza ni de su corazón, porque ni siquiera fuiste tú quien se metió en ellos, así que, en realidad, dejarse querer no es una opción. Es lo único que puedes hacer si no quieres perder el contacto con la otra persona, porque si intentas impedir a alguien que (te) quiera, sólo lo pones en tu contra.

Pero dejarse querer no es tan sencillo ni tan genial como la gente cree. Saber que haces daño a otra persona, o que algunos de sus sueños están de algún modo a tu alcance pero no se los puedes conceder, te acaba hiriendo a ti, si es que eres mínimamente humano y aprecias al otro al menos un poco. Si encima le aprecias tanto que llegas a veces a no entender por qué alguien podría ser incapaz de amarle aun cuando tú misma lo eres y no sabes la razón, te sientes cada vez más impotente. Y culpable, por recibir tanto cariño que no puedes dar de vuelta, o no del modo en que al otro le gustaría.

Supongo que lo normal es que, con el tiempo, todo se acabe. Lo ideal es que se acabe pronto el amor y todo quede en una anécdota que más tarde haga gracia recordar... pero eso no siempre pasa, y a veces termina rompiéndose todo. Quizás sea cierto que a veces son necesarias algunas bajas... para el bien común. Porque espero que al menos para alguien sea mejor así.