domingo, 31 de mayo de 2009

Otra forma de verlo

"No es de la benevolencia del cervecero ni de la del panadero de lo que esperamos la comida, sino de su preocupación por sus propios intereses. Nos encomendamos, no a su humanidad, sino a su egoísmo, y no les hablamos jamás de nuestras necesidades, sino de sus ventajas".

Adam Smith

Distracciones

Siempre que tengo algo más o menos importante que hacer, llegan. Las distracciones, sean del tipo que sean, y me parece demasiada casualidad que todas se concentren en las fechas clave en que no deben... desconcentrarme, a mí. Me pregunto si no soy yo la que las busca, aunque sea de alguna forma "inconsciente" o sin darme cuenta, para evitar hacer o pensar eso que está requiriendo mi atención.

Lo peor de todo no es que aparezcan ni que pueda ser que yo misma las cree, sino que me vencen. Es tan fácil quebrantar una voluntad tan frágil... Pero estoy segura de que puedo ir uniendo los pedazos y reconstruirla, y cuando cicatrice se habrá hecho más fuerte.

No habrá distracciones. O las habrá, pero cuando el tema del que me mantengan alejada sea tan nimio como la forma que tienen hoy las nubes.

Palabras prohibidas

Hay ciertas cosas que todo el mundo sabe pero nadie dice. Y está bien que nadie lo haga, porque de algún modo, mientras todos evitan pronunciar una palabra sobre el tema, uno puede fantasear con la idea de que no es cierto. Puede imaginar, aun a sabiendas de que se está engañando, que tal vez se haya equivocado, y que todo será de otra forma y no del modo en que todo parece indicar que va a ser.

Todo eso lo sé. Lo sabemos, pero no es necesario decirlo en alto. No hace falta sesgar de esa manera la ilusión de que nadie más se haya dado cuenta de lo evidente, que lo hace menos obvio y, en el mejor de los casos, incluso improbable.

A veces hay que mentirse un poco. En parte, en eso consiste el optimismo: en mirar sólo al lado positivo de las cosas... aunque el negativo esté a punto de cubrirlo casi todo, porque en realidad no es mentir, sino confiar. Confiar en que, por pequeñas que sean las posibilidades de que una situación que pinta fatal acabe dando en un buen resultado, puede suceder. Eso que quizás de otra manera no haríamos.

Hay ocasiones en que es mejor quedarse callado. Observar y callar, porque hasta que las cosas que no queremos que lleguen llegan, siempre existe la esperanza de que se retrasen un poco más. Y siempre pueden hacerlo. Pueden, de hecho, no llegar jamás... Así que cállate, por favor. Cállate, porque aún no ha pasado nada. Y con un poco de suerte, tampoco va a pasar.

jueves, 28 de mayo de 2009

Estoy

Hoy desperté... te busqué...
Me hizo falta estar contigo...
Quise rozar tu mirada...

Hoy te pensé... te extrañé...
Añoré sentir tu mano
sobre mi piel... y mi alma...

Tú viajando por la adversidad...
Yo volando sin poder asimilar
que detrás de cada límite
estoy...

Hoy sin querer te miré...
Vi tu foto y me transporté
al calor de tus besos...
Y te acaricié... te tomé...
te llené... paso a paso cada espacio...
Pude esquivar la contrariedad:
tu alma sabe...

Mientras viajas por tu adversidad...
Mientras vuelo sin poder asegurar
que a pesar de cada límite
estoy... siempre seguro que...
más allá de toda lógica...
salgo a toda reconciliación...
Y detrás de cada límite... estoy...

Hoy... desperté... te busqué...
Me hizo falta estar contigo... hoy...

Benny Ibarra, Estoy

Libertad occidental

A menudo oigo a la gente decir que la libertad no existe, porque uno siempre tiene ciertas obligaciones ineludibles que, de un modo u otro, le atan a algo. Y es verdad que eso ocurre, pero creo que lo que no lo es es que eso sea incompatible con ser libre, porque entre otras cosas uno es, de hecho, libre de comulgar o no con la sociedad en la que vive, y si la mayoría decide seguir sus reglas o al menos parte de ellas es por mera comodidad, no por imposibilidad real.

Aun y así, estando inmersos en una comunidad, también gozamos de más libertad de la que muchos creen, al menos en el mundo occidental, en el que las oportunidades se nos pasean por delante como modelos sobre la pasarela, esperando -o no- a que nos decidamos por alguna.

Una libertad más primitiva es la que, al menos yo, siento cuando vuelo "a mi manera", o a la manera en que el hombre en general puede volar. Encerrada en un avión, qué paradoja. O con el vaivén de una atracción de feria que me aparta el pelo de la cara y me la enfría con el mismo aire que, según se mire, también puede ser susceptible de coartar mi libertad: el que necesito para estar viva.

Supongo que la diferencia entre los que nos llegamos a sentir libres en esta vida y los que no bien podría ser ésa: unos necesitan vivir; otros, sentirse vivos. Todos somos libres, en última instancia, de escoger cómo llegar a eso último.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Contar contigo

Podría empezar diciendo eso de "supongo que todo el mundo...", pero no, porque en realidad no creo que le haya pasado a cualquiera eso de ser la típica persona que en clase escogían la última para formar parte de su equipo. O a la que no le contaban los planes que habían hecho, porque no les apetecía que fuese con ellos. De todos modos, imagino que, aunque no a todos, a muchos les ha pasado eso... Ellos deben saber qué bien se siente uno cuando ve que eso deja de ocurrir.

No sé por qué, si es que crecen los otros o crece uno mismo, pero de pronto un día alguien empieza a contar contigo. Y otro. Y otro más... Y se te va yendo esa sensación de ser un bicho raro.

No es que no me guste la gente rara, por mi parte es más bien al contrario, pero sentir que los demás te lo consideran hasta tal punto sí que no me gusta. Aunque a una persona no le guste lo mismo que a los demás o no actúe de la misma manera no quiere decir que tenga que renunciar a ellos. O, mejor dicho, que quiera renunciar a ellos.

Parece que es más fácil que alguien distinto acepte las diferencias de los demás, que no dejan de ser extraños para él, a que suceda lo contrario... Suerte que el tiempo parece que todo lo cura. Y digo parece porque no quiero hacerme aún ilusiones... y porque tampoco sé quién se ha curado de eso, si ellos o yo... ni si pasó del todo.

martes, 26 de mayo de 2009

Desconfianza

"Si un hombre le entrega a otro plata, oro, o cualquier otra cosa en garantía, sea lo que sea debe hacerlo ante testigos y establecer el contrato antes de realizar el depósito".

Código de Hammurabi

lunes, 25 de mayo de 2009

Noches sin estrellas

Como en una noche sin estrellas. Si quieres verlas te tienes que alejar, porque en la ciudad el brillo de las luces artificiales las hace invisibles. Pero te vayas o no lo hagas ellas siguen ahí arriba, observándote. Mirando cómo titubeas y vacilas, preguntándose si harás un esfuerzo por alcanzarlas a ver o si cerraras los ojos y las volverás más invisibles todavía. Si las relegarás a algún sitio donde ni siquiera puedan brillar a escondidas como en la ciudad.

No se mueven, las mueves tú. En tu lista de prioridades sólo tú decides qué te importa más, aunque los motivos ni siquiera los entiendas tú. Tienes tiempo; tienes toda la noche, pero cuando ésta se acabe y salga el sol os deslumbrará a ti y a ellas y ninguno podrá ver al otro. Tendrás que esperar un día entero hasta poderte preguntar de nuevo qué quieres. Qué es lo que deseas.

Si tardas mucho en decidirlo, puede ser que esas estrellas se apaguen. Habrá otras, irán y vendrán, pero nunca serán las mismas... y volverás a sentirte igual, como en una noche sin estrellas. Como en una noche sin tus estrellas... Y entonces dará igual lo que corras, cómo ordenes esa lista o qué sea lo que más desees: ahora las noches se te harán eternas.

Viajes

Hay por ahí un proverbio que viene a decir que es mejor el viaje que la llegada. Razón no le falta, ya que a veces uno disfruta más con los preparativos de algo que con eso cuando llega.

Es una pena que no siempre salgan las cosas como las habíamos planeado, especialmente cuando es complicado volverlas a organizar de nuevo, pero eso no nos debe hacer dejar de entusiasmarnos, porque con cada vez que algo sale mal se va aprendiendo qué cosas hay que cambiar, y al final todo sigue siendo imperfecto igualmente, pero se acaba acercando más a lo que teníamos en mente.

Tampoco pasa nada si continua siendo mejor el viaje, porque así podremos empezar a hacerlo antes, para disfrutarlo más, y gracias a eso, precisamente, luego tendremos mejores resultados.

domingo, 24 de mayo de 2009

Crueldad y realidad

Qué crueles son a veces los escritores o los guionistas cuando deciden matar a uno de sus personajes. No les culpo, porque como intento de escritora he hecho eso alguna vez, y en realidad es normal que ocurra, porque si algo hay realista en este mundo es que la gente se muere. Y lo justo es que no haya tramas increíbles que liberen a los personajes de todos los peligros, o al menos no en según qué géneros... Aun así, cuando eso ocurre uno apenas lo puede creer.

El otro punto bueno que tiene esto es que, de ese modo, te das cuenta de si quien debía hizo bien su trabajo: si te da pena, si te da rabia... es porque quien lo creó consiguió que le cogieras cariño, o que te identificases con él. Eso en apariencia tan sencillo es complicado de crear, pero no imposible, y como amante de algún que otro tipo de arte, me encanta encontrar personajes de ese tipo. Que mueran no tanto, pero así es la vida... la real e incluso la imaginaria.

sábado, 23 de mayo de 2009

Qué aplicable...

"Justo cuando empezabas a pensar que valía hacía una tontería. Y cuando pensabas que era listo, demostraba el poco sentido común que tenía. Todo en él, desde sus movimientos hasta su forma de hablar, eran algo extraño. Sabiendo lo que sé, veo por qué era como era".

Cid Highwind sobre Cloud Strife, FFVII

viernes, 22 de mayo de 2009

Medidas

¿Cuánto quieres a alguien? ¿Cuánto te importa? ¿Acaso todo se puede medir o se puede contar hasta obtener una medida exacta que satisfaga estas cuestiones? Aquí la respuesta se obvia por obvia... pero creo que no para todos es igual de evidente.

A mí me gusta medir. Me gustan las pruebas objetivas, las que son capaces de contestar a mis preguntas con exactitud, pero entiendo que no siempre hacemos -o nos hacen- preguntas que se pueden responder con un número, con una cantidad.

Supongo que por eso una de las batallas más clásicas se lleva librando siglos entre los que exigen una demostración de todas las cosas y los que sólo aceptan lo que creen que deben escudándose únicamente en la fe.

Pues ni todo es ciencia, ni todo es creer. Al menos aquí y ahora, en el punto en que nos encontramos. Se pueden explicar muchas cosas, cada vez más. Podemos medirlas, repetir esas medidas, y obtener los mismos resultados constantemente, pero, no sé si porque no se puede o simplemente porque nosotros aún no podemos, hay cosas que se escapan al conocimiento objetivo, incluso a la lógica o a la razón, y es ahí donde tiene cabida la fe.

Preguntas como las del primer párrafo no se responden solamente observando conductas que creemos que representan correctamente los sentimientos de una persona. En ese improbable -o no- experimento, hay un montón de variables extrañas que lo invalidarían: nadie quiere de la misma manera y, además, no todo el mundo es capaz de ponerlo de manifiesto, por poner un par de ejemplos.

Supongo que por eso hay gente a la que quiero sin querer, y otros a los que no, por mucho que quiera... Que nadie me pregunte cuánto ni por qué, ni cuánto menos o por qué no... porque posiblemente no sea capaz de responder. Y entiendo que si eso me pasa a mí, puede ser que le ocurra también a los demás.

Majadería general

Al final acabaré pensando que la gente está toda loca. Vale que cada cual interpreta y entiende el mundo, y todo lo que hay en él, a su manera, pero es que, o yo tengo mala suerte y me encuentro con todos los locos, o al mundo se le empieza a ir la cabeza.

Cuando uno se encuentra en esa situación, la de estar casi solo (sí, recalco el casi) ante el mundo, empieza a cuestionarse si no es él quien ha perdido el norte... pero es que sé "tanto" de eso, de locura, y tantísimo que no encajo con eso que veo en mis libros (y otros sí...), que me parece que son los demás.

Tal vez mi interés casi forzado por la disciplina a la que ahora me debo no haya sido sino un regalo divino... Un arma caída del cielo para hacer frente a lo que se me venía encima. Supongo que falta que aprenda a usarla y la llegue a dominar... pero no sé si para ese entonces no habré resuelto todos los conflictos que esa falta de cordura generalizada me provoca continuamente un poco más... a mí manera.

Sí... En parte tenía razón. Pero sólo en parte.

jueves, 21 de mayo de 2009

Acento y hablar bien

Mucha gente, muchísima gente, confunde tener acento con hablar mal. Una cosa es que, en Andalucía, por ejemplo, las palabras se pronuncien de una manera peculiar, y otra que se digan de forma incorrecta. Ambas cosas, no lo niego, van a veces unidas, pero eso no significa que necesariamente sean uno, porque no lo son.

Escribir o hablar mal es utilizar laísmos, leísmos, cambiar las bes o las uves en la grafía... Y creo que la muestra de que una y otra cosa no son lo mismo está en que una persona puede hablar con el acento que le venga en gana (o que le venga "de nacimiento"), que cuando coja un bolígrafo y un papel escribirá correctamente cada palabra, cada tiempo verbal será concordante con el resto de la oración, y género y número irán a la par cuando se utilicen. Los que no son capaces de eso sí saben poco sobre lenguaje...

En realidad creo que he visto más patadas al lenguaje de gente del centro y del norte que de gente del sur (y conozco a muchos más de abajo que de arriba), aunque claro está que en todas partes hay de todo... Pero los típicos tópicos son capaces de cargarse incluso los más sólidos argumentos y las pruebas más veraces... cuando están en manos de quien no sabe cómo utilizarlos. Eso sí que es grave, y no mi acento andaluz.

Despedidas

No me gusta que la gente ponga caras largas cuando toca despedirse, porque cuando la gente se separa no se muere, sólo se separa... y si no mantiene el contacto con los otros después de que sus caminos tomen senderos diferentes es, simple y llanamente, porque no quiere. ¿A qué viene, pues, tanta tristeza? ¿Y esas lágrimas que no alcanzo a comprender? Si tanto les duele decir adiós que no lo hagan. No tienen por qué hacerlo... Así que si se van, que no monten espectáculos circenses cuya credibilidad se tambalea con cada timbrazo que el teléfono no da.

Yo odio decir adiós, pero lo odio cuando los demás me importan. Lo odio cuando no tengo más remedio, o cuando me lo imponen y a mí me hace daño... pero no cuando es algo que yo he escogido. La vida -la de una relación- no se acaba con una despedida: se acaba cuando se terminan las ganas de volverse a encontrar.

martes, 19 de mayo de 2009

Cuando quiero...

"Te dejo la bici sin ruedecillas. No te caigas".

Equilibrio

Es complicado encontrar el equilibrio en casi cualquier ámbito, pero en el interpersonal creo que lo es aún más. Una persona es compleja. Dos, el doble... Y una relación entre ambas (y no me refiero a una sentimental en exclusiva) ya es un mundo entero.

Hay, además, muchos tipos de persona, y no todos son igual de compatibles. Encontrar la armonía entre todo lo que pueden llegar a pensar, a sentir, a imaginar, a querer... los dos miembros de una pareja cualquiera, es una suerte de milagro que rara vez -por no decir ninguna- he presenciado.

Creo que el problema está en que mucha gente, en lugar de buscar el equilibrio, pierde el tiempo tratando de encontrar a otra persona que encaje, cual piezas en un puzzle, con ella, y creo que eso es imposible. En algo, aunque sea en lo más estúpido, las personas se tienen que encontrar. Y otra cosa, tan o más nimia, las va a separar.

El secreto está en saber balancear los ingredientes que componen a cada uno para lograr un sabor exquisito. Es, no obstante, un secreto complicado de descubrir... pero con un poco de empeño se puede llegar a desentrañar. O eso espero... Lo único que ocurre es que a veces necesitamos un empujoncito... Y a veces nos viene por donde menos lo esperamos.

lunes, 18 de mayo de 2009

Como el buen vino

Es curioso. La mayoría de la gente invierte una cantidad considerable de su tiempo preocupada por su imagen, y, especialmente, de cómo la ve deteriorarse a lo largo de los años, pero el caso es que cuando miro fotos viejas casi siempre veo a la gente mucho peor que como está ahora. No sé si será el estilismo, que hace mucho y se desfasa rápidamente, o que tenemos un rango de edad en el que, aunque no acabemos de creerlo, aún debemos madurar nuestros cuerpos un poquito más...

Yo creo que el verdadero secreto está en nosotros mismos. Cuanto mayor te haces, más y mejor te conoces, así que tú mismo te conviertes en tu mejor aliado para verte bien. No sólo porque vas aprendiendo qué te queda mejor o qué prendas son tus enemigas, sino porque vas ganándote a ti mismo. Te acostumbras a ser como eres y cada vez vas estando más seguro de ti. Lo que digan u opinen los demás va perdiendo interés, en detrimento de tu bienestar... y supongo que eso se le debe notar a uno en la cara.

Bueno, es posible que eso sólo pueda aplicarse a unos pocos, o tal vez ni eso, pero no estaría de más que aprendiésemos cuanto antes que la cara no siempre refleja nuestro alma... y, sin embargo, éste puede verse aun cuando estamos a oscuras.

Absurda natación

A veces da la sensación de que se te trate de llevar una corriente en contra de tu voluntad. Quieres ir en una dirección, empleas todos tus recursos en hacerlo, pero hagas lo que hagas terminas siempre en el lado opuesto.

Tal vez sea en parte cierto aquello que decía Mesmer sobre el magnetismo animal. A lo mejor llevamos algo dentro que nos empuja inexorablemente hacia uno u otro sitio... Quizás controlado desde el mismo universo, o, sea como sea, de algo que a nosotros, los "simples" mortales, nos queda muy lejos, si no físicamente, al menos que aun teniéndolo en nuestras propias narices se nos escapa.

Supongo que es parte de nuestra naturaleza, nadar contra corriente... O que sería muy aburrido saber de antemano cuál va a ser nuestro destino. Por eso, imagino, nos pasamos la vida esquivando cosas de las que no podremos escapar.

domingo, 17 de mayo de 2009

Así se habla

"Y yo me pregunto... ¿En vez de escarbar en el jardín de los demás, por qué no os dedicáis a plantar flores en el vuestro?".

Takagi Yasushi, Nana

sábado, 16 de mayo de 2009

Hacer o no hacer

Es increíble de qué manera puede, una simple decisión, cambiar el curso de los acontecimientos. Normalmente lo que marca la diferencia es hacer o no algo: tenemos que elegir entre dos opciones, y una implica actuar y la otra -la más fácil y puede que por ello, me temo, la más frecuente- no hacerlo, dejar las cosas como están. Pero las cosas, por mucho que nosotros no las toquemos, no se suelen quedar siempre igual, y quizás es mejor adelantarnos a los acontecimientos.

No sé si será casualidad, falta de sueño o exceso de imaginación, pero ahora mismo todas las situaciones que me vienen a la cabeza, tendrían un buen resultado actuando y uno malo (o no tan bueno) no haciendo nada. Quizás por eso se suele decir que más vale arrepentirse de lo que uno ha hecho, llegado el caso, a hacerlo de lo que no se llegó a hacer.

La verdad es que luego la conciencia, al menos a mí, no me deja tranquila. Aun sabiendo que no siempre hay garantías de que el resultado final se hubiese visto afectado por mis decisiones, me suelo maldecir cuando pudiendo haber hecho algo decido no hacerlo. Y eso que no es igual decidirlo porque no quieres o no te apetece que porque piensas, sencillamente, que no es necesario... Pero eso a mi conciencia no le importa. Ella me persigue cada vez que me quedo quieta... así que, supongo, tendré que actuar más de vez en cuando.

viernes, 15 de mayo de 2009

Ventajas de la perspectiva

A veces, cuando uno tiene que resolver algo, se satura de tal modo que necesita desconectar por completo del problema que se traía entre manos para, más adelante, volver a intentar encontrarle solución. Creo que una de las mejores formas de descansar de lo que le pasa a uno es ver qué le pasa a los demás, y qué podemos hacer nosotros con eso.

En realidad es bastante simple: si no puedes ayudarte a ti, al menos ayuda a los demás. Es inútil tratar de hacer avanzar algo que llegó a un callejón sin salida, así que, mientras esperamos a que dé la vuelta, podemos asistir a otros mientras tratan de dar sus propios pasos.

Además, mientras piensas en cómo arreglar lo de otra gente, te estás disociando durante un tiempo de lo que tienes que solucionar tú, así que ayudas a alguien y te haces a ti mismo un favor. Eso sí, no vale escudarse siempre en los demás para no encarar los problemas de uno, ya que evitarlos o escapar de ellos continuamente sólo los agravará más: descansar un ratito sí está permitido, y a veces es incluso recomendable. O al menos así lo veo yo.

jueves, 14 de mayo de 2009

Tripas

Me gustan. No las vísceras sangrientas, que en según qué contextos podrían no desagradarme tampoco, sino las entrañas de cada historia que es capaz de atraparme.

Cuando algo te llama la atención, acabas queriendo cada vez un poco más. Ese poco más no es sino un episodio más de la vida de aquello que te interesa: un capítulo más de una serie que te encanta, una página más en un libro que no quieres que se acabe, una escena más en una película interesante... o un dato más sobre alguien que te gusta.

Todo eso me encanta, y también cuando vas encajándolo todo como si de un puzzle se tratase y te vas dando cuenta de cómo algo que antes no entendías bien ahora va tomando forma, adquiriendo sentido. Te da hasta la impresión de que todo debió haberte parecido obvio desde el primer momento, pero la realidad es que ni llegaste a sospechar cuáles eran ni cómo las tripas de todo ese asunto que ahora aparece ante ti tan claro.

Creo que lo más complejo es crear tú eso, pero como además de difícil lo encuentro atractivo, puede ser que lo pruebe algún día.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Cuánto queda?

Después de ducharme suelo echarme aceite por el cuerpo, para hidratar mi piel un poco. Es un gesto casi tan mecánico como el resto del proceso, y no suelo prestarle demasiada atención.

El otro día, de pronto me dio por mirar el bote y me di cuenta de que se estaba gastando. De hecho, apenas quedaba, y me pregunté si no me quedaría sin aceite antes de acordarme de comprar más. Luego pensé que eso nos pasa a veces con las personas.

Sí... En realidad nos sucede algo parecido: tratamos con una persona a diario y, por el motivo que sea, se va "gastando" lentamente mientras nosotros simplemente hacemos "uso" de su amistad... tan lentamente que olvidamos comprobar cómo está, y para cuando nos damos cuenta, esa persona está tan "gastada", o, mejor dicho, a esa persona la hemos "gastado" tanto, que se "termina" antes de que seamos capaces ya de reaccionar.

Creo que a partir de ahora voy a mirar más de vez en cuando cómo de llenos están los botes de todo. No quiero quedarme sin y sorprenderme un día de estos tratando de sacar algo de un envase que está vacío.

martes, 12 de mayo de 2009

No te entiendo

¿Por qué? ¿Por qué se lo dices continuamente?

¿Por qué, si el calor de sus mejillas podría derretir el hielo hasta que el agua se mezclase con sus lágrimas? ¿Por qué, si siente, como todo el mundo, y sólo trata de padecer lo menos posible? ¿Por qué, si se siente impotente cada vez que estira el brazo para alcanzar una mano y no consigue estrecharla? ¿Por qué, si aún le cuesta respirar cuando se acuerda de ti?

No te entiendo... Tal vez por eso os llevaseis tan bien: porque, en realidad, nunca había acabado de entenderte... y cuando lo hizo descubrió que, a veces, es mejor no enterarse de nada.

Me identifiqué...

Una de las protagonistas de ese anime que tanto me ha gustado dice, en uno de los episodios, algo en lo que no me había parado a pensar. Y coincido con ella.

Viene a decir que, aunque la gente suele decir que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, ella no lo sabe hasta que lo recupera de nuevo. Es verdad. Me pasa lo mismo, y creo que es por "culpa" de un mecanismo que se estudia en psicología: cuando pierdo algo -o a alguien- y además es de manera más o menos voluntaria, me empiezo a convencer a mí misma de que hice lo mejor, y para ello suelo recordar selectivamente, pero sin querer, prácticamente todas las cosas malas que tenía eso que estoy perdiendo y que me hacen no echarlo de menos. Pero... ¿y las buenas? Las hay, normalmente siempre las hay. A veces bastan para compensar la balanza y otras, lamentablemente, se quedan cortas, pero la mayoría ocurre lo primero.

Disonancia cognitiva. Por eso es. Como es desagradable que lo que haces y lo que piensas no vayan en la misma línea, a veces tratas de igualar ambas cosas, aunque sea a empujones. Por suerte, a veces tengo ratos de lucidez, o bien la otra persona, o simplemente al destino se le antoja que me reencuentre con gente a la que perdí. Sucede la magia, y la recupero... Y es ahí cuando dejo de necesitar justificarme por haber sido tan idiota de haberles perdido y vuelvo a ver por qué antes de dejarles ir tuve miedo de que lo hicieran. De pronto recuerdo por qué merecen la pena, y de repente me doy cuenta de todo lo que había perdido...

Me encanta que me hagan pensar, aunque acabe concluyendo que soy una imbécil. Al menos así, al menos soy consciente de ello y no me pilla por sorpresa.

sábado, 9 de mayo de 2009

Como una serie

Algo que suelo -y me gusta- hacer, aunque a los demás normalmente no les gusta tanto que lo haga, es preguntar. No me gusta que me asalten las dudas, como para dejar que me maten... así que, en cuanto tenga la oportunidad, haré una pequeña encuesta a las personas que conozco (y aún me hablan... está bien concretar), porque de pronto me pregunto si todo el mundo se lo cuenta todo mentalmente como lo hago yo.

Es como en esas series en que uno de los protagonistas va narrando en forma de voz en off todo lo que piensa en cada momento. O cómo se siente, o que desearía haber dicho, o hecho. De alguna manera es ir contándote cada cosa que te sucede, en tiempo real, a ti misma, casi como si fueses una telespectadora que necesita aclaraciones continuamente para entender bien el argumento. Como si en vez de dentro estuvieses fuera de ti y fueses ajena a tus propios pensamientos.

Recientemente he visto ese tipo de cosas en la pantalla. A veces, además, no es sólo un personaje al que podemos ver por dentro de esa manera, sino más, aunque el resto de personajes no cuenta con la misma información que nosotros que lo miramos y lo oímos todo.

Pues qué útil sería eso en la vida real. Sí, algunas veces pienso que esto debería ser como una serie: de ese modo sabríamos cómo ven los demás lo que nosotros estamos observando, porque todo cambia (y a veces sustancialmente) según quién mire. Y valdría para muchas cosas, desde la estupidez esa que a todo el mundo le ha pasado de "¿Me está mirando a mí? ¿qué estará pensando?" hasta cuestiones mucho más relevantes.

Lo que pasa es que, de esa forma, todo el mundo sabría todo lo que pensamos, y eso ya no me hace tanta gracia. Y tampoco la tiene saberlo siempre todo. Un poco de incertidumbre de vez en cuando le pone chispa a la vida, y la hace más interesante... así que visto que no hay un término medio, supongo que tengo que alegrarme de que la vida no sea como una serie.

De todas maneras, la gente podría colaborar un poco. Aquí no hay voces que nos relaten las partes de la historia que no podemos ver, así que, cuando sean lo suficientemente importantes como para formar parte del argumento, no estaría de más que las verbalizásemos. ¿Dios? O quien sea o lo que sea, nos dio voz y nos dio pensamiento, posiblemente, para que pudiésemos tener nuestra pequeña parcela de intimidad... pero tampoco hay que ser tan celoso de la propia privacidad, porque si no compartes nunca nada al final nadie comparte nada contigo, y así la cosa no funciona. Así que podemos ser como una serie, pero sólo de vez en cuando: en el momento en que las miradas se tornen demasiado inquisitivas, les apagamos la tele.

Mi viejo instituto

No sé si es el tiempo que pasa muy deprisa o somos nosotros, que crecemos demasiado rápido. Ya hace diez años que acababa el primer curso en el instituto. Siete desde que terminé el último. En realidad no es tanto tiempo, pero a veces me parece una eternidad.

Al pasar por al lado del edificio, que apenas ha cambiado desde entonces, es como si volviera de nuevo a esos días en una extraña forma fantasmal. No me siento igual que antes, supongo que porque ya no soy como era, pero estando allí cerca me acuerdo de cosas que pensaba que había enterrado en mi memoria y a las que no iba a volver a quitar el polvo.

El mismo escenario, pero otro reparto, y el antiguo completamente despojado del papel que una vez interpretó. Es difícil de explicar. Y también es curioso llegar a extrañar algo que en su día llegaste a desear que terminara. A veces tenemos demasiado ansia por crecer, cuando suele ser mejor el viaje que la llegada.

El sol de media tarde bañando aquella parte de la ciudad. Los recuerdos empapándome a mí mientras aquél caía sobre el horizonte. Y un simple olor, capaz de resquebrajar ese hilo mágico e invisible que me unió a mi pasado durante unos instantes. El olor de otro instituto, pero que visité hace menos tiempo y no para estudiar, sino para trabajar. Más recuerdos, pero mucho más recientes. El verano pasado. Hay días en que lo de ayer y lo de anteayer parece igual de lejano... pero no es así. Una vez me invadió el otro pensamiento fui incapaz de recuperar el anterior. Como si lo nuevo hubiese borrado lo más viejo...

Supongo que así es como olvidamos, pero yo no quiero olvidarme de nada, así que tendré que pasear más a menudo por todo lo que quiero recordar.

jueves, 7 de mayo de 2009

Hijos y egoístas

Hay alguna gente a la que debería estar prohibido tener hijos. La putada es que cualquiera puede tenerlos, y aún peor, que cualquiera los tiene, incluso adrede.

No sé qué piensan que tienen entre manos. Me pregunto cómo pueden infravalorar el sacrificio que les supondrá criarlos, cómo no saben desde el primer momento que todo lo que piensen que conlleva tener un hijo se multiplicará infinitamente hasta límites que ni siquiera sospechaban que podían ser sobrepasados. No lo entiendo, pero es que entiendo menos que den más importancia a todo lo que pierden que a lo que ganaron.

No quiero tener hijos. Hoy por hoy no me veo capaz de querer a alguien más que a mí misma... ¿Egoísta? Más lo son los que tienen hijos porque son su capricho, o porque es lo que toca, sin pararse a pensar si podrán darles la vida que ellos -los hijos- se merezcan. Los que se quieren tanto que no son capaces ni de pensar en alguien que todavía no ha nacido, aunque vaya a hacerlo de ellos.

martes, 5 de mayo de 2009

Kawai...

ハチ: Si supieras cómo soy te decepcionaría.
ノブ: Entonces adelante, decepcióname. Lo estoy deseando, porque si no me decepcionas, ya no sé qué más puedo hacer para dejar de pensar en ti.

Nana

domingo, 3 de mayo de 2009

Algo que se pierde

¿No te pasa? ¿Que ves a alguien que hace años que conoces y no lo reconoces? A mí sí. Es que a la gente no se la conoce o no. En realidad, eso de conocer a alguien tiene fecha de caducidad, porque la gente puede cambiar tanto en tan poco tiempo, que apenas pases unos meses sin saber de alguien puedes perderte por completo con esa persona.

Eso me ha pasado. Es su cara, es su cuerpo, es su ropa, son sus gestos... pero es como si no fuese él. Sus ojos ya no me hablan. Es distinto, siento que es diferente... porque antes podía verle, ver todo lo que le pasaba en ellos, y ahora no. Es como un espejo que se ha vuelto opaco con el paso del tiempo. Porque eso es lo que le ha pasado a él. Antes sí. Ahora no.

Me da pena y a la vez me da lo mismo. Es difícil de explicar. Supongo que me da rabia que esas cosas pasen y al mismo tiempo soy capaz de entenderlo. Debe ser que tenía que ser así. Que hay gente que sólo está de paso, y una vez les ves la espalda ya no vuelves a encontrártelos. O tal vez no... Igual un día esos ojos vuelven a hablarme. Pero esta vez sabré que, cuando menos me lo espere, también podrían dejar de hacerlo. Otra vez.