viernes, 10 de abril de 2009

Puerilidad

Hay personas a las que no les gustan en demasía los niños. Yo soy una de ellas, pero si hay algo que me moleste más que un niño -contra los que, en realidad, tampoco tengo nada grave-, es un adulto comportándose como un niño. Y no me refiero a hacer el ganso y pasárselo bien. En ese sentido muchos niños ganan a algunos adultos, que parecen asustados de hacer el ridículo, o más bien de que otro pueda pensar que lo hacen, cuando deberían saber más que de sobra que no pasa nada por recibir una crítica. O dos. O cien mil. Me refiero a la inmadurez, a las pataletas, a mentir para ocultar las propias pifias, aun cuando es obvio quién las cometió...

Se supone que uno crece y se desarrolla y que aprende por el camino, pero hay gente que parece que no sacó nada en claro. Es una pena, porque todos esos seguro que tuvieron mil y una vivencias y no fueron capaces de aprender nada de ellas. Acabarán viéndose en el final igual que estaban en el principio, y por Dios que espero que no me pase lo mismo. Tener la sensación de que toda una vida no ha servido para nada debe ser muy deprimente, y tropezar durante años con la misma piedra, muy frustrante.

La niñez es muy bonita, mientras no se prolongue indefinidamente y hasta el final de nuestros días.