Es el título de un libro que encierra parte del misterio del ajedrez de Montglane. El elemento que el zodíaco asigna a Aries, Leo y Sagitario. Aquello que Cloud sentía en los ojos cuando vio morir a Aeris delante de él. Lo que algunos admiran en silencio en sus mentes perturbadas. Eso que se supone que purifica cada 24 de junio. El juguete que tantos utilizan sin miedo a quemarse pero que más tarde acaba reflejando lágrimas en sus llamas.
Todo eso es el fuego, y también es lo que siento dentro cuando me acuerdo de... Sobran las palabras. Es un calor que empieza en el centro de mi cuerpo y se va extendiendo lentamente, muy lentamente, hasta que se asoma a mis ojos en forma de lágrimas o me coge de las manos y golpea lo primero que halla en su camino. Es impotencia, es rabia, es dolor... es cariño. Tan intenso que me quema, y acabo yo quemándolo todo.
Se empeña en salir y yo en contenerlo, y creo que un día voy a salir ardiendo. Sí, el deseo también arde hasta que duele, pero una vez que se desata, dejas de sentir. Y ya nada duele. Y ya nada quema... Y te congelas hasta que ya no lo soportas más y el frío empieza a hacerte daño. Entonces, justo después de romperse la calma, vuelve a aparecer. El fuego. Y sientes otra vez que tanta intensidad no va a acabar jamás. Que no se puede contener en una sola llama... Y te vuelves a quemar.