Algunas cosas -y también algunas personas-, entran en tu vida estrepitosamente y de la peor manera. Unas veces es más que nada que tu actitud hacia ellas no es la más adecuada: porque estás innecesariamente a la defensiva, porque estás escarmentada por algo que te ocurrió poco tiempo atrás... Otras, lo que pasa es que es la otra parte la que no empezó con buen pie por la razón que sea. El resultado es que acabas detestando cosas -o personas...- y ellas parecen "sentir" lo mismo hacia ti.
Pero la vida da tantas vueltas, que en uno de sus giros puede cambiar lo que falla entre tú y el resto, de tal forma que acabas por darte cuenta de que no podrías vivir sin ello. Y cuando, de hecho, desaparece de tu vida, lo acabas extrañando hasta que te duele.
En el otro lado, también hay cosas -o personas, sí...- que deseas con todas tus fuerzas y que más tarde te hacen maldecirte por haber sido tan inconsciente y haberlas invocado tú misma de esa manera. Y en vez de echarlas de menos cuando no están, las echas de más hasta que se marchan...
Lo que echo de menos ahora es encontrarme con alguien del primer grupo, porque las veces que lo he hecho, fuesen de grandes el tiempo, el espacio o las afrentas entre nosotros lo que lo fueran, lo que después nos acabó uniendo fue mucho más grande que la multiplicación de la suma de todo eso. O más. O incluso más aún. Por contra, procuro no desear nada ni a nadie, para no tener que llevarme un chasco luego. Eso sí que no lo echo de menos en absoluto... Aunque para mi desgracia, esas cosas no se pueden controlar del todo...