A veces está todo demasiado oscuro. Tanto tanto que no puedes ver ni lo que tienes al lado. Es desesperante. Agobia. Estresa. Frustra. No importa lo que hagas, porque nada vale. Además, no parece que vayas a volver a ver la luz nunca, así que empiezas a tratar de acostumbrarte a la oscuridad, de una manera tal, que cuando por fin empiezas a ver destellos cierras los ojos. Te ha costado tanto hacerte más o menos a estar así que ya no quieres perder la costumbre, por si acaso en un futuro la vas a volver a necesitar y vas a ser incapaz de tenerla de nuevo.
A veces está todo demasiado oscuro. A veces es así porque nosotros apagamos la luz. No eres capaz de ver lo que tienes al lado, y es tu propia incapacidad la que te desespera, la que te agobia, la que te estresa y la que te frustra. No importa lo que hagas, porque sigues sin ser capaz de ver nada y no sabes por qué, así que te empiezas a convencer de que, realmente, no eres tú que no ves lo que tienes al lado sino que no hay nada ahí. Y te resulta tan cómodo acostumbrarte a sufrir que no quieres dejar de hacerlo... porque te da miedo acostumbrarte después a ser feliz y que eso se acabe, como ya pasó otras veces.
A veces está todo demasiado oscuro... Pero sólo es a veces, porque casi todo tiene solución...