domingo, 28 de junio de 2009

Self-confidence

Recuerdo aquella vez cuando tenía dieciséis años y decidí que yo también podía ser fuerte. Por aquel entonces descubrí una serie que me encantó, y admiraba en cierto modo a su protagonista. Era una mujer que, al fin y al cabo, había conseguido prácticamente todo lo que, al menos en un principio, me hubiese gustado conseguir a mí. Claro está que la perspectiva de futuro que tenía entonces y la que tengo ahora son un poco diferentes, pero para ese entonces, me propuse ser como ella.

No, cuando hablo de fuerza no me refiero a capacidad de afrontamiento, madurez, responsabilidad... Me refiero a fuerza física. Sí, sabía que aquello no era real, pero pensaba que de todos modos yo también podía destacar, aunque dentro de mis posibilidades, claro está. Y lo hice.

Me hace gracia, porque en aquel momento me bastó decidir cómo era para creérmelo y finalmente serlo. La verdad es que no tengo ni idea de si la genética estaba aguardando esa decisión para poner en evidencia unas cualidades que ya poseía y que simplemente aún no había descubierto, pero me parece más bonita la idea de que lo conseguí porque me lo creí.

Ahora me gustaría pensar que soy capaz de ciertas cosas, y también que eso es suficiente para conseguirlas, pero no las tengo todas conmigo. Aunque, pensándolo bien, hay gente de la que no te esperas tal o cual cosa hasta que finalmente la hacen... Y muchas veces también creo que si llegan a alcanzar ciertas metas es porque se llegan a creer que lo pueden hacer.

No sé si es eso a lo que llaman confianza en uno mismo... Aunque otros estoy segura de que darían en confundirlo con la prepotencia, pero sé que no tienen nada que ver. La cuestión no es sentirte superior ni poderoso... Es sentirte capaz. Y cuando uno siente que es capaz de algo de verdad, creo que pocas cosas se pueden interponer en su camino. Quiero eso otra vez. Quiero que nada se interponga en mi camino.