sábado, 26 de septiembre de 2009

Comunicación fallida

A la gente enseguida se le llena la boca hablando de lo feo que es decir que alguien es tonto, que nadie es mejor que nadie, etcétera. Eso es mentira, y lo peor es que casi todos esos que lo dicen lo saben, pero se callan porque sí: no queda bien decir algo así...

Todos no somos iguales, y aunque sí es cierto que nadie debería discriminar a otro por ser menos inteligente, las diferencias están ahí e influyen a veces en la comunicación de forma evidente.

Ni siquiera parto de un concepto de inteligencia universal (entre otras cosas porque no lo hay), ni de uno compartido por algún grupo de personas. Tampoco hablo de la que miden los tests que dicen medirla. Cada uno sabe en su fuero interno qué le parece ser inteligente y qué no. Todos tenemos nuestra idea más o menos formada y, cuando tratamos con alguien, sabemos si nos parece o no inteligente, basándonos en lo que nos basemos y con las diferencias individuales que pueda haber entre lo que pensemos unos y otros.

El caso es que cuando tratas de explicar algo a alguien que simplemente no tiene la capacidad para comprenderlo, por muchos esfuerzos que hagas, no lo entenderá. Y no hablo de retrasados mentales ni mucho menos, sino de gente que no es capaz de razonar como al menos uno cree que se debería razonar. Tal vez a otro le parezca un erudito, pero lo que cuenta para que tú puedas tener una conversación fluida y mínimamente coherente es que te lo parezca a ti.

Quizás más que de un concepto personal de inteligencia debiera hablar de diferencias en el razonamiento... Pero da igual, llámese como se llame, es desesperante explicar algo durante una hora con palabras que uno sabe de seguro que son inteligibles, que otras personas han sido capaces de entender a la primera, y que el otro no sólo no se entere sino que se esté enterando de lo que no es. Cansa ver algo evidente y que la persona que tienes delante sea incapaz de verlo del mismo modo.

No sé si será cuestión de paciencia, de tolerancia o de comprensión... pero yo suelo cansarme pronto de hablar con la pared, y las conversaciones banales no me dicen nada... Así que no soporto a la gente tonta. Y repito: no hablo de gente con déficits intelectuales (ésa de hecho me interesa...), sino de la que no es capaz de utilizar lo que tiene en el coco de la forma que para mí es la adecuada. No busco genios, porque entre otras cosas yo misma no soy uno y estoy bastante lejos de serlo: sólo gente con la que se pueda hablar sin entrar en un bucle infinito de incomprensión mutua.