miércoles, 30 de septiembre de 2009

Seguro...

¿También te has quedado horas mirando la pantalla esperando a que él (o ella) apareciese? ¿Has dudado durante eternos minutos si enviar o no ese mensaje, preguntándote si resultarías una molestia o serías motivo de alegría? ¿No has sabido si debías hacerle un regalo o sería tomarte demasiadas confianzas? ¿Has esperado un rato antes de responderle a cualquier cosa, aun muriéndote de ganas, para que no pensase que lo hacías, que deseabas contestarle?

Sí... Seguro que sí. Seguro que has pasado noches en vela cuando sabías que ibas a verle al otro día, y que has pensado en mil excusas para explicar tus ojeras sin que adivinase que eran por él (o ella, sí...). Seguro que has sentido millones de veces que la piel de la cara te tiraba porque estabas tratando de esconder una sonrisa, sólo por ver cómo te devolvía una mirada.

Entonces es que has querido mucho a alguien y no querías que lo supiera. Está bien, a veces tiene que ser así... Pero antes de decidirlo piénsalo muy bien: a veces al otro le está pasando exactamente lo mismo contigo, y ninguno os estáis dando cuenta.