lunes, 25 de enero de 2010

Guerras privadas

Es increíble la cantidad de cosas que dos personas pueden llegar a decirse cuando se enfadan. En realidad no tengo claro si en ese momento uno dice lo que piensa de verdad, sin ningún tipo de censuras, o sólo busca lo que pueda hacer más daño al otro.

En mi caso, suele ser una mezcla de las dos cosas, y además les sumo una tercera. Cuando me enfado suelo decir cosas que no puedo decir que no piense, porque las he pensado, pero que tampoco me acabo de creer. A veces no sabes qué pensar, hay determinados aspectos de otras personas que, según se interpreten, pueden ser fantásticos o repugnantes. Pues en esos momentos parece que sólo sepa ver el polo negativo de todas esas cosas.

El caso es que luego uno hasta se ríe de las burradas que dice e incluso de las que le han dicho, porque después del fuego cruzado se para la gente a pensar y la refriega se vuelve absurda, pero también pasa que, con el tiempo, uno se acaba preguntando qué habría de cierto en todo lo que le dijeron. ¿Será que en el fondo piensa que soy una imbécil? ¿Realmente estaría mejor sin mí? ¿Me quiere o me detesta? Es imposible saberlo, a menos que el otro nos lo diga, claro, pero siempre puede quedar la duda de si nos está diciendo la verdad. En esos casos, lo mejor es hacer caso al lenguaje no verbal: ése suele ser el más sincero.