miércoles, 20 de enero de 2010

Una buena digestión...

Ponerse siempre en lo peor suele traer consigo una preocupación gratuita por algo que todavía ni siquiera ha pasado, y que a veces ni siquiera es probable que ocurra. Son las ganas de llevarse un disgusto, pero lo cierto es que la gente que se pone en lo peor no lo suele hacer por gusto. Evitar que la imaginación vuele ante la incertidumbre no es tarea fácil, y cuanta más se tiene, más difícil se hace cortarle las alas.

Pero por suerte hay veces en las que tampoco pasa nada por ponerse en lo peor. Son aquellas en las que al final nuestras dudas sobre cómo se resolverá una situación se disipan para dejar ver una opción con la que ni siquiera habíamos contado: la mejor.

Si a la incertidumbre le añadimos la imaginación, le echamos un poco de nerviosismo casi por naturaleza, y culminamos la receta con una situación estresante, acabamos con un plato bastante complicado de digerir. Pero no importa, porque la satisfacción y la tranquilidad que da ver que las cosas al final acaban saliendo bien, son el mejor digestivo. De hecho, uno acaba tan contento, que vete tú a saber si eso era sólo un digestivo...