No sé si es el tiempo que pasa muy deprisa o somos nosotros, que crecemos demasiado rápido. Ya hace diez años que acababa el primer curso en el instituto. Siete desde que terminé el último. En realidad no es tanto tiempo, pero a veces me parece una eternidad.
Al pasar por al lado del edificio, que apenas ha cambiado desde entonces, es como si volviera de nuevo a esos días en una extraña forma fantasmal. No me siento igual que antes, supongo que porque ya no soy como era, pero estando allí cerca me acuerdo de cosas que pensaba que había enterrado en mi memoria y a las que no iba a volver a quitar el polvo.
El mismo escenario, pero otro reparto, y el antiguo completamente despojado del papel que una vez interpretó. Es difícil de explicar. Y también es curioso llegar a extrañar algo que en su día llegaste a desear que terminara. A veces tenemos demasiado ansia por crecer, cuando suele ser mejor el viaje que la llegada.
El sol de media tarde bañando aquella parte de la ciudad. Los recuerdos empapándome a mí mientras aquél caía sobre el horizonte. Y un simple olor, capaz de resquebrajar ese hilo mágico e invisible que me unió a mi pasado durante unos instantes. El olor de otro instituto, pero que visité hace menos tiempo y no para estudiar, sino para trabajar. Más recuerdos, pero mucho más recientes. El verano pasado. Hay días en que lo de ayer y lo de anteayer parece igual de lejano... pero no es así. Una vez me invadió el otro pensamiento fui incapaz de recuperar el anterior. Como si lo nuevo hubiese borrado lo más viejo...
Supongo que así es como olvidamos, pero yo no quiero olvidarme de nada, así que tendré que pasear más a menudo por todo lo que quiero recordar.