salí huyendo de tu cama.
En tu espejo un testamento:
“No nos queda nada”.
Dejé tu barra de labios
y con ella un par de años
de quererte por las tardes,
de mañanas sin llamarte.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
Tropezamos de repente,
como en un nuevo 11-S.
Sonreíste a quemarropa
contra el filo de mi boca
y susurraste que el pasado,
sólo es como un día malo.
Y la lluvia abrió las puertas
de mi vida en tu Ford Fiesta.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
No consigo recordar
por qué motivo me fui,
pero en tu cuarto de baño
sigue tu rojo de labios...
No consigo recordar
cómo he llegado hasta aquí...
Sólo sé que estoy borrando
lo que un día te hizo daño.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
Siempre fui poniendo parches,
negando segundas partes,
hasta que me demostraste
que no quiero olvidarte.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
No consigo recordar,
por qué motivo me fui,
pero en tu cuarto de baño
sigue tu rojo de labios...
No consigo recordar,
cómo he llegado hasta aquí...
Sólo sé que estoy borrando
lo que un día te hizo daño.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
No consigo recordar
por qué motivo me fui,
pero en tu cuarto de baño
sigue tu rojo de labios...
No consigo recordar
cómo he llegado hasta aquí...
Sólo sé que estoy borrando
lo que un día te hizo daño.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
Tú me enseñas que...
se puede querer...
lo que no ves.
Tú me enseñas que...
se puede querer.
Pol 3.4, Lo que no ves